sábado, 4 de mayo de 2013

Cuando el tiempo es lo que nos queda

No es difícil caer en la deseperación, pensar que no hay salida, que no hay alternativa y que no queda más que rendirse, cruzar los brazos y esperar pacientemente a que el agua nos llegue al cuello y perecer ahogado. Es una actitud cómoda de adoptar, ya que apenas requiere esfuerzo, y, una vez llegado un punto, produce cierto placer morboso el estar continuamente quejándose y dejándose llevar.
Es más difícil querer levantarse, querer pelear y no dejerse arrastrar. Es más duro, especialmente cuando no hay esperanza o se ve lejos, ya que todos nos movemos por una recompensa, bien material, bien emocional, y parece no llegar. La recompensa siempre será mayor, aunque cueste creer. sólo hay que preguntar a quienes sufrieron y ahora sonríen. Todo se ve de otra manera. El vaso se convierte en medio lleno, y sin embargo hay la misma cantidad de agua, Curioso, ¿verdad?
¿Cuál es la diferencia en uno y otro caso? La actitud, sin duda. La aptitud todos la tenemos. La actitud no. La actitud hay que quererla tener y cultivarla, fomentarla, hacerla columna vertebral de un estilo de vida. ¿Cómo se consigue? Yo sinceramente no lo sé. Sólo sé que hay que querer, hay que luchar en cada momento por ver lo bueno  de las cosas, de lo que nos rodea, de querer mejorar lo mejorable, de disfrutar de lo bueno y aprender de los errores.

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