miércoles, 22 de mayo de 2013

De verdad


Dar dos besos a una persona al saludarla, bien porque acaban de presentárnosla, bien porque hace un tiempo más o menos largo que no se veía, es una costumbre muy española, aunque no exclusiva. Hay mujeres que más que dos besos, parecen que topan, agachan la cabeza y embisten, casi sin apenas rozar las mejillas. Tampoco me agradan esos que te plantan los labios en toda su extensión, dejándote una marca de saliva en la cara, que parecen un niño en su primer año de vida cuando aprende a dar besos. Con esto quiero decir que al fin y al cabo, un beso, en según que contexto, puede ser algo muy frío. Desde luego que más frío es saludarse dándose la mano, aunque los anglosajones lo hacen así sin diferenciar si eres hombre o mujer, pero eso va con la cultura de cada sitio. Y un hombre a otro hombre, salvo amistad muy intensa o familiaridad, es cai impensable, el orgullo varonil se hiere si se intenta.  
Lo que no puede ser frío es un abrazo. No lo es porque sólo se abraza cuando existe un vínculo auténtico, verdadero, con un cariño y un afecto fuera de dudas, cuando el contacto con la otra persona reconforta, se aproxima y sientes como el calor de los brazos del otro te llena. El abrazo se da y se recibe cuando hay algo que celebrar, aunque sea el hecho de ver a un amigo o familiar, o simplemente por sentir a esa persona cerca, pero también cuando hay que consolar, cuando uno sufre y necesita sentirse arropado. Cuando uno está enamorado, los besos son frecuentes, especialmente cuando la pasión arde, pero cuando pasa el momento de éxtasis, lo que queda es el abrazo, que seguro dura mucho más que cualquier arrebato pasional. Qué decir cuando a un niño le pedimos un beso y un abrazo (un ¡ay!, que dicen muchos de estos niños), que te dan el beso con mucho cariño, probablemente dejándote la marca y enseguida te abrazan poniendo toda su fuerza, de modo que tratan de comparar la fuerza del abrazo con la intensidad del cariño hacia quien lo recibe. Ahora piensa en el mejor de todos los abrazos: el que te da tu madre.  Podrás estar tan mal como quieras imaginar, seguro que el abrazo que te da tu madre espanta todos los fantasmas que puedan tenerte metido en el agujero más negro imaginable. Y es tan de verdad que podría tomarse como referencia del resto de los abrazos. 
               

Como siempre, en este blog, lo que se dice es lo que pienso, lo que quiero decir, cómo veo desde mi otero, de manera que si te cruzas conmigo, dame un abrazo.

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