¿Qué quieres que diga? Te sientas a los pies de esta joya, dejas que te envuelva con su encanto, que cale tus poros, que se adueñe de ti. Consigue que se pare el tiempo y que desees que siga así para siempre. Te mira, te habla, te conquista. Y no desde la suficiencia de su grandeza, sino cercana y cómplice como una hermana mayor.
Casi sientes la invulnerabilidad que te otorga saberte protegido por el custodio de quien dirige los vientos de Sevilla al estar a su lado. Todos queremos estar allí, que nos mire, que nos elija, que nos mime. Y no voy a ser distinto, la verdad.
¿Quién puede, existiendo Sevilla, querer estar en un sitio distinto?
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