Pero por dura que sean estas etapas, si al llegar al final de la cuesta llegas con una sonrisa y disfrutas con tus compañeros de Camino de las dificultades.
Cada día recibimos regalos en forma de paisajes, bosques, helechos, flores de colores y olores que nunca había visto. Es físicamente exigente, pero compensa grandemente.
El Camino te hace sentir cosas que difícilmente son explicables si no lo has hecho: personas que hace apenas una semana desconocías su existencia, hoy son tus compañeros del alma; paisajes que nunca creíste ver, ahora son tu escenario diario; esfuerzos que nunca pensaba poder realizar por falta de fuerzas, hoy compruebo, con el apoyo de aquellos que caminan junto a mi y a los que lo hacen desde la distancia, que son día tras día completados y con enorme satisfacción. Me siento bien, me siento feliz.
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